27 enero, 2006

Chuminadas intelectualoides

Mis materias de filología preferidas son las de teoría literaria, por lo que, tras estudiar narratología, escogí la sugerente asignatura de Teoría del teatro. Después de haber disfrutado en narratología de los textos de lógica impecable de señores como Gérard Genette (delicioso) o Darío Villanueva, no esperaba encontrarme con el chasco de una semiótica teatral de los "genios teóricos" del fraude postmoderno, esa moda intelectual que desde Francia está extendiendo la irracionalidad entre los artistas incultos, los círculos intelectuales y universitarios de humanidades y todo aquel que quiere adoptar una pose y hacerse el interesante. Seguramente, de no haber estado prevenido por haber leído el recomendable e higiénico libro de Alan Sokal y Jean Bricmont, Imposturas intelectuales, habría acabado también siendo intimidado por el lenguaje pseudocientífico y aparentemente inaccesible que disfraza de oscura profundidad filosófico-intelectual-literaria la vacuidad de los textos postmodernos. De hecho, tardé un poco en darme cuenta, ya que no todo el libro es ininteligible, pero, tras varios párrafos reveladores, mis suspicacias quedaron confirmadas al buscar y encontrar en la bibliografía a enteradillos como Jean Baudrillard, Jacques Derrida, Julia Kristeva o Jacques Lacan (debo aclarar, por si alguien piensa al leer lo que sigue que estoy cursando un Máster en Magufismo por la Universidad de Miskatonic, que hasta ahora no me había topado en la filología con ninguna chorrada postmoderna y que el profesor nos examinó de los contenidos válidos).
      Aquí dejo unas muestras de lo que me tuve que tragar, que, con una lógica deficiente y un estilo pretencioso aderezado con psicoanálisis y términos científicos que no vienen a cuento, va del no decir nada al absurdo pasando por la perogrullada. O sea, puro galimatías "posmo":
1.3. El personaje teatral
Al personaje se le puede considerar, en cierto modo, como una abstracción, como un límite, como el cruce de series o de funciones independientes, o se le puede considerar como un conglomerado de elementos no autónomos; en cualquier caso, será imposible negar su existencia, decir que una noción a es la relación, la adición o el producto de los elementos b y c no quiere decir que a no exista (a = b + c; a = b por c; a = b : c). Que el personaje no sea una sustancia sino una producción, que sea un cruce de funciones o, más concretamente, la intersección de varios conjuntos (en el sentido matemático del término) no significa que no se le deba tener en cuenta, aunque sólo sea desde un punto de vista lingüístico: el personaje es sujeto de la enunciación. El personaje es el sujeto de un discurso que viene marcado con su nombre (discurso que debe pronunciar el comediante que lo represente). Así, pues, el personaje es un objeto de análisis aunque se lo niegue como sustancia o ser. (p. 90)

2.2.3. Complejidad constitutiva y referencial [del espacio teatral]
J. Derrida define al teatro como "una anarquía que se organiza". Constatamos (de aceptar esta definición) que el trabajo del espacio carga con una parte nada despreciable de esta organización de la anarquía. Si el teatro, como acabamos de ver, construye su propio referente espacial, esta actividad de construcción hace que el espacio (referencial), pase, de ser un conjunto de signos desordenados del que carecemos de una aprehensión intelectual inmediata, a conformarse como un sistema de signos organizados, inteligible. La teatralidad hace de la insignificancia del mundo un conjunto significante. Significancia reversible, si así puede llamársela —probablemente sea esta la mayor tarea del teatro—, en medida en que las redes de significación inscritas en el espacio escénico, leídas y ordenadas por el espectador, revierten en la lectura del mundo exterior y permiten su comprensión. El valor didáctico del teatro depende de la constitución, como veremos más adelante, de un espacio ordenado en donde pueden ser experimentadas las leyes de un universo del que la experiencia común sólo hace visible el desorden. Aquí radica, sin lugar a dudas, la articulación del didactismo brechtiano y de la particular conformación semiológica de la estructura tan perceptible en su teatro.
      La tarea del semiólogo (y la del "dramaturgo") en el dominio del teatro consiste en encontrar, en el interior del texto, los elementos espacializados o espacializables que van a poder asegurar la mediación texto-representación. Afirmar que existe una relación entre estructuras textuales y estructuras espacio-temporales de la representación es un postulado que no puede justificarse teóricamente pero del que hay que partir, a menos de construir (o de analizar) representaciones "no-euclidianas", es decir, estructuras que subviertan, que desplacen a las estructuras textuales. Pero, incluso para subvertirlas hay que partir de esas estructuras, contar con ellas. (pp. 117-8)

3.3. Espacio y psiquismo
El espacio escénico puede presentársenos también como un vasto campo donde se enfrentan las fuerzas psíquicas del Yo. En este caso, la escena es comparable a un coto cerrado en el que se enfrentan los elementos del Yo dividido, estratificado. El segundo tópico del Yo puede ser considerado como una especie de modelo que permite la lectura del espacio escénico como lugar de conflictos internos cuyas "instancias" (el Ego, el super-ego, el Otro) serían desempeñadas por los personajes principales. El escenario representaría aquí el "otro escenario" freudiano (no es procedente decir que esta apreciación no sea válida para la lectura de textos anteriores a Freud, pues lo que Freud expone son unas instancias que hay que considerar como instrumentos operativos para comprender los conflictos de la psique); poco importa que Racine o Sófocles hayan escrito antes de Freud, lo importante es que nosotros los leemos después de Freud. (p.120)

(Ubersfeld, Anne, Semiótica teatral, Madrid, Catedra, 1989.)


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21 comentario/s (feed de esta discusión):
Blogger Gerardo escribió:

Como dice el mentalista Anthony Blake: "No le den más vuetas, no tiene sentido."

1/27/2006 02:54:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió:

Muy bien escogido el título de asignatura:"Teoría del TEATRO" o "Cómo llevar un flequillo ladeado perfecto sobre los ojos y no tragarse las farolas"
Viva la fauna universitaria

1/27/2006 03:42:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió:

Después de leer este interesante texto, me asalta una duda. A ver si me la puedes responder:
Si en el escenario freudiano consideramos como personajes protagonistas al ego, al super-ego y al Otro, ¿podría afirmarse entonces que en el marco de un metaescenario postfreudiano (entiéndase esto como "después de Freud"), son personajes secundarios el prepucio, el pucio y el postpucio?
Dios!!!!!! esto es una "calamitas" en el sentido más renacentista del término...

1/27/2006 04:37:00 p. m.  
Blogger Gerardo escribió:

Puede ser, puede ser. ¿Eso es de Confucio?

1/27/2006 04:47:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió:

no, no, qué va... de Confucio no. Es que estuve en cuarto de carrera en un congreso de filosofía y postmodernidad y creo que me entró un lagarto por el oído (a lo Obabokoak de Atxaga) que me está comiendo el cerebro.

1/27/2006 04:49:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió:

...lo mismo me estoy volviendo "intelectual" y este es un efecto secundario...

1/27/2006 04:50:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió:

¿Mande lo qué? Estos son la especie "gafapasta" ¿no?

1/27/2006 04:59:00 p. m.  
Blogger Gerardo escribió:

Yo lo decía por lo del prepucio, Vailima... Y ¡quita, quita!, no te nos vuelvas intelectual. ¡Lagarto, lagarto!

Lanai: algo de eso también hay, sí. Mucha moda y poco seso.

1/27/2006 06:58:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió:

Yo lo reconozco. Cuando las cosas se ponen así de serias me resulta imposible comprender una sola palabra.

1/27/2006 07:37:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió:

Pues siendo cosa de poco seso, deberias tener en cuenta el sexo, "osease" titularlo pijichumis o chumpijadas,etc, Aunque busco el equilibrio casi apuesto a que existe mas proporción de pijadas que de chuminadas.
Aquí la equidad también apuesta.

1/27/2006 07:49:00 p. m.  
Blogger Gerardo escribió:

(RAE) Chuminada. (De la voz vulg. chumino, órgano sexual de la mujer).1. f. coloq. Tontería, estupidez, cosa sin importancia.
(Moliner) Chuminada (vulg.) f. Tontería, sandez. (vulg.) Objeto inútil o de poco valor.

¿Habría aparecido el comentario anterior de haber usado la palabra "pijada", amigos? Usé la palabra "chuminada" precisamente con la intención de comprobar si provocaba un comentario como éste, que no ha tardado. Como se puede leer en la definición de arriba, usar esa palabra (que significa "tontería"), al igual que usar su sinónimo "pijada"*, no supone ninguna referencia al sexo de quien dice la tontería ni que alguno de los sexos sea más propenso a la misma.

Para casos de intolerancia al título original de esta entrada, los usuarios de esta página pueden recurrir a los siguientes títulos alternativos: "Pijadas/os intelectualoidas/es" y "Pijad@s intelectualoid@s". Sírvanse ustedes mismos, ya que pienso dejarlo como está debido a que este tipo de títulos, al que le dan alergia, es a un servidor.

* (RAE) Pijada.1. f. vulg. Cosa insignificante.2. f. vulg. Dicho o hecho inoportuno, impertinente o molesto.
(Moliner) Pijada (inf.) f. Tontería, cosa sin importancia o valor. Insignificante.

1/27/2006 10:31:00 p. m.  
Blogger Luis F. González escribió:

Caray, Heidegger sigue haciendo de las suyas. Y con razón los gurús del niu eish lo quieren tanto.

1/28/2006 01:48:00 a. m.  
Blogger Andrés Diplotti escribió:

Bueno, a ver si entendí lo que dice este buen señor en su texto:

1.3. El personaje teatral no existe en el mundo real, pero sí para todos los efectos de la obra.

2.2.3. La obra teatral se representa sobre un escenario y escenifica, de alguna manera, el mundo real o alguno de sus aspectos.

3.3. Los personajes son distintos e interactúan entre sí según diferentes motivaciones.

Bah, seguramente me equivoco. Nadie, salvo un pedante supremo, diría en forma tan complicada lo que se puede decir mucho más sencillo. ¿No?

1/28/2006 05:24:00 a. m.  
Blogger Gerardo escribió:

Salvo un pedante supremo, nadie. Sacando la verborrea, efectivamente dicen poco más de lo que traduces. A mí que me tienen un aire a Paulino...

1/28/2006 02:04:00 p. m.  
Blogger Ernesto escribió:

offtopic: gracias por la recomendacion del bsplayer, hasta hoy lei tu comentario. tu blog parece muy interesante, visitaré con frecuencia.

1/30/2006 11:00:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió:

Teoría del movimiento Dogma
por Pablo Echenirridá

El movimiento Dogma en el cine no existe. Las múltiples restricciones que los practicantes de los preceptos Dogma se autoimponen convierten el discurso cinematográfico en el análogo restringido a una hipersuperficie de la Mecánica Hamiltoniana (o simpléctica) en todo el espacio de la libertad creativa. Si el principio de mínima acción nos indica que el discurso que llamaremos "libre" obedece la Mecánica de Lagrange y las equivalentes ecuaciones de Hamilton con Hamiltoniano H=1/2pGp+V, el discurso Dogma, al contrario, responde a las ecuaciones que se derivan de Hd=1/2pgp+V, donde g es la métrica inducida en la hipersuperficie definida por las restricciones estipuladas en el manifiesto Dogma. Desde Van Kampen, se sabe que esta última versión restringida de la mecánica simpléctica sólo es realista cuando el impulso de las fuerzas exteriores se da en un tiempo mucho mayor que el período de las oscilaciones ortogonales a la hipersuperficie (para que las fuerzas aplicadas sobre las trayectorias solución cumplan el principio de D'Alembert). Así, los actores en una película Dogma, sólo permanecen dentro de las restricciones cuando las indicaciones del director se refieren a consideraciones generales. Si éstas afectan a detalles, entonces, la brevedad de su impulso activa las oscilaciones ortogonales a las restricciones y saca la actuación de las normas Dogma. De forma equivalente al principio de incertidumbre de Heisenberg, la propia corrección afecta al sistema. Lo mismo puede ser dicho, paralelamente, de las acciones del director encaminadas a situar cualquier otra inercia de la creación cinematográfica en los cauces infinitesimalmente estrechos de la hipersuperficie Dogma. Matemáticamente, lo que es una película Dogma puede ser definido, pero se está definiendo un conjunto vacío.

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Ahhhh, me siento un poco Sokal.

2/04/2006 12:28:00 a. m.  
Blogger Gerardo escribió:

Había otra paja mental según la cual estos semióticos afirman que las herramientas para estudiar el cine (por ejemplo las narratológicas) no se pueden aplicar al teatro, ya que el cine es en 2-D y el teatro en 3-D, por lo que se convierte en un signo más complejo, como ejemplo el espacio mismo, que pasa a ser otro signo con significado más elaborado. Si ya está traído por los pelos, se le suma una paradoja cuando reconocen que para estudiar una representación, debido a su carácter efímero, usan grabaciones de vídeo. Esas grabaciones se deben visionar por tanto imaginando que estás viendo la representación real, interpretándola como si fuese en 3-D. ¿Qué diferencia existe entonces con el mismo ejercicio mental al ver una película de cine? Yo no la veo, ni la diferencia 2-D y 3-D entre cine y teatro.

2/04/2006 11:01:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió:

Como decía un amigo mío: los posmodernos enturbian el agua para hacer creer que el río es muy profundo.

2/09/2006 05:14:00 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió:

Completamente de acuerdo.

Hace unos meses estuvimos discutiendo de estos temas en el blog de Pablo Echenique. Como estudiante de filología e interesado en la teoría de la literatura estas cosas me ponen especialmente nervioso.

Saludos.

2/11/2006 01:20:00 p. m.  
Blogger Pedro Terán escribió:

"Teoría del movimiento Dogma
por Pablo Echenirridá"

Joder, por un momento he creído que esto era una cita real extraída de alguna parte. Ya estaba dispuesto a salir a la calle con antorchas a quemar embajadas, o lo que fuera.

3/03/2006 01:53:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió:

¿A nadie más le recuerdan estas cosas posmodernas a ciertos post vomitivos del Algernon cuando se quiere hacer el profundo?

8/30/2006 04:15:00 p. m.  

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20 enero, 2006

La novela de Juan Valera

Fragmento de la posdata añadida en 1879 a Las ilusiones del doctor Faustino, de Juan Valera.

He estado indeciso entre escribir algo o callarme acerca de la presente edición. Ya se ve que la hago por haberse agotado la primera, a pesar de los esfuerzos de profundos críticos a fin de demostrar que el libro es malo, que no es novela, y que yo no soy ni puedo ser novelista. Yo no he de ir a demostrar lo contrario. Es más: no me importa que se demuestre o no, con tal de que el libro se lea y se venda.
      Mi objeto al escribir esta posdata es otro.
      Aunque en Las ilusiones del doctor Faustino todo está claro, el espíritu sutil de ahora enturbia la mayor claridad, y es menester acudir con explicaciones y rectificaciones, si no quiere un pobre autor que le atribuyan propósitos que jamás tuvo.
      Mi idea al componer cuentos, narraciones, o lo que sean, ya que no sean novelas, no es probar nada. Para probar tesis, escribiría yo disertaciones. Mi intento es hacer una pintura de las costumbres y pasiones de nuestra época; una representación fiel y artística de la vida humana. De tal pintura o representación, si estuviere bien hecha, sacará cada lector, no una, sino varias enseñanzas, que no dudo que podrán serle útiles; pero el principal objeto del autor ha de ser la pintura, la obra de arte, y no la enseñanza.
      Para la pintura o representación, ¿cómo he de negar yo que se buscan y estudian modelos? Pero la obra de arte no se logra copiándolos servilmente. Contra tal sospecha me conviene protestar.
      Toda la fábula, en su conjunto, mal o bien imaginada, es invención mía. Nada hay en ella de real y de histórico. Los personajes que en la fábula intervienen son también inventados.
      Villabermeja es una utopia, aunque, para darle color y ser de lugar real tome yo rasgos y perfiles y pormenores de lugares que conozco y donde he vivido. De otra suerte, al menos así lo entiendo y lo siento, sin duda por la pobreza y esterilidad de mi cerebro, las creaciones del poeta son vanas y carecen de verdad y de atractivo. Sobre los rasgos y perfiles copiados, mi fantasía ha añadido lo conveniente para la fábula.
      Los apodos no tienen chiste, son falsos, cuando no son populares. Es menester que los invente o al menos que los adopte el pueblo. Por eso Respeta, Respetilla, D. Juan Fresco, las Civiles y el padre Piñón, confieso que no son apodos inventados por mí: yo no hubiera tenido jamás la habilidad de inventarlos; pero las personas que en mi narración llevan estos apodos, ni en costumbres, ni en circunstancias de la vida, ni en lances de fortuna, tienen nada que ver con los seres reales, tal vez conocidos en algún lugar con dichos apodos.
      Con los nombres de pila y con los apellidos procedo yo en mis novelas de un modo idéntico, por este prurito que tengo de remedar la verdad en las menudencias. Así, por ejemplo, Pepe Güeto y Don Acisclo son nombres que transcienden a mi provincia a cien leguas. Y así también, al hacer madre de D. Faustino a una señora principal de Ronda, le di apellido y la hice de una de las familias más principales de aquella ciudad: los Escalantes. Del mismo modo, D. Carlos, en El Comendador Mendoza, lleva, por ser rondeño, el apellido ilustre de Atienza, tan conocido y respetado en aquella ciudad. Como ni D. Carlos ni Dofia Ana hacen nada indecoroso, ningún inconveniente se sigue de que yo les dé tales apellidos.
      Para los títulos he procedido por manera semejante; y en vez de llamar a tal conde el de Prado Ameno, y al otro marqués el de Monte Alto, he buscado nombres propios de sitios conocidos en mi tierra, corno Fajalauza, Genazahar y Guadalbarbo.
      En anecdotillas o lances realmente ocurridos, ¿cómo he de negar que abundan mis novelas? Con estas verdades, incrustadas en la mentira o ficción poética, se hace verosímil dicha ficción. [...]
      Vengo, por último, al héroe principal de mi novela: al doctor Faustino. No hay personaje, en mi sentir, más dotado de verdad estética. No le hay, tampoco, más desprovisto de toda histórica realidad.
      Aunque yo soy poco aficionado a símbolos y alegorías, confieso que el doctor Faustino es un personaje que tiene algo de simbólico o de alegórico. Representa, como hombre, a toda la generación mía contemporánea: es un doctor Fausto en pequeño, sin magia ya, sin diablo y sin poderes sobrenaturales que le den auxilio. Es un compuesto de los vicios, ambiciones, ensueños, escepticismo, descreimiento, concupiscencias, etc., que afligen o afligieron a la juventud de mi tiempo. En él reúno los tres tipos o formas principales bajo que se presenta el hombre de dicha generación y de cierta clase, si clase pueden formar los que gastan levita, y no chaqueta. En su alma asisten la vana filosofía, la ambición política y la manía aristocrática. Ya sé que hay hombres mejores; pero yo no quería escribir la vida de un santo. Sé también que los hay más ridículos; pero no quería yo hacer una novela enteramente cómica y de figurón. Y sé también que los hay mil veces más odiosos y malvados; pero si D. Faustino lo fuese, dejaría de ser algo cómico, como yo quería, y dejaría de tener también algo de interesante y de patético, como me convenía que tuviese para mi plan de novela, o de lo que yo entiendo por novela, a pesar de los críticos. D. Faustino, dado mi plan, no podía ser sino como es. Fausto es más grande; pero también es más egoísta, más pervertido y más pecaminoso.
      En suma, y sea del valer moral de mi héroe lo que se quiera (o mejor dicho, lo que se le antoje a quienes quizá no se ven, y se juzgan la virtud misma) para pintar lo interior del alma de mi héroe, prescindiendo de lo que le sucede en el mundo, no he tenido más arte que mirar en el fondo del alma de no pocos amigos míos y en el fondo de mi propia alma, y analizar allí afectos, desengaños, pasiones e ilusiones.
      Este análisis, y perdóneseme la inmodestia, creo que está hecho con apacible serenidad, con frescura y con tino dignos de mi D. Juan Fresco.
      En esto reside, no ya sólo el mérito literario, si tiene alguno, sino también la sana moral, de que estoy convencido de que mi novela no carece.
      Las enfermedades y las deformidades físicas no se curan con sólo mirarlas y conocerlas; pero en las enfermedades del alma es ya gran remedio el ver y el conocer; y si por gracia de la fantasía poética se representan artísticamente esa intuición y ese conocimiento, la cura está ya casi realizada. Tal vez a los soberbios, que no quieren ver en ellos mismos ni uno solo de los defectos del doctor Faustino, sea a quienes peor y más detestable, moral y literariamente, les parezca su historia, que me atrevo, a pesar de todo, a encomendar de nuevo a la indulgencia del público ilustrado y desapasionado.

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2 comentario/s (feed de esta discusión):
Blogger innes escribió:

Este... ¿Acaso te interesa la filología? Digo... Es un decir.

1/25/2006 03:55:00 a. m.  
Blogger Gerardo escribió:

Puede ser...

1/25/2006 01:44:00 p. m.  

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16 enero, 2006

Spicy bodegón

El paquete con estos coloridos productos del huerto tuvo dificultades para llegar por correo a mi domicilio, al parecer los TEDAX pretendían desactivarlo.

Tienen sangre de Alien

Gracias, Lola, son tan bonitos que da pena comérselos. Me pregunto si será por eso que al probarlos me lloraban así los ojos...

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2 comentario/s (feed de esta discusión):
Blogger Lola escribió:

Ha quedado muy bonita la fotografía, me siento orgullosa de lo fotogénicas que me han salido las criaturas :-)

Cuidado con las manos cuando les quites las semillas y las venas ;-)

Saludetes. Lola.

1/17/2006 09:41:00 a. m.  
Blogger Gerardo escribió:

Sí, más me vale seguir tus consejos. Quise ir de machote y probarlos sin limpiar, que uno está acostumbrado a los pimientos de Padrón, y casi sufro un shock anafiláctico.

1/17/2006 12:10:00 p. m.  

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14 enero, 2006

Entrevista a Francisco Ayala

Francisco Ayala¿Cómo va a vivir su centenario?

—Todo eso lo veo como objeto. Llega un momento en la vida en que uno sabe que todo ha terminado y empiezas a vivir mirando hacia el pasado; y es otra manera de estar instalado en el mundo. Sé que por razones del calendario cumpliré cien años, pero para mí no es una perspectiva a la que quiero llegar. Llegaré o no, ya veremos. Ahora he pasado de escritor a dictador, porque se lo dicto todo a mi mujer.

¿Por qué quiso dedicarse al arte antes que a la literatura?

—Mi madre aprendió a pintar desde pequeña, participó en exposiciones y pintó numerosos cuadros, algunos de ellos los tengo yo, y uno está dentro de mi obra literaria muy movido. La pintura ha sido muy importante en mi vida a través de mi madre. El ambiente cultural de Granada, cuando yo nací, era de pintores. Al casarse mi madre se acabó su pintura y un día me dio los pinceles y traté de pintar, pero como era algo con lo que no estaba satisfecho lo rompí, al igual que he hecho con la literatura: cuando una cosa me parecía que no estaba lograda, no la he publicado y la he destruido para que luego no me la publiquen. La vocación artística es indefinida, pero se concreta en las aptitudes personales de cada uno, y una cosa es sentir la pintura y otra ejercerla, al igual que la literatura.

¿Le disgustan las apariciones de papeles inéditos?

—Me he precavido en ese sentido al eliminar lo que no quería que saliera publicado, porque no lo he respaldado.

Dicen que destruye los originales de sus novelas y que no conserva gran parte de su biblioteca así como cartas y demás documentos.

—No he sido demasiado exteriorizador porque soy muy reservado como persona, y por lo tanto hay pocas cosas que puedan exhibirse que resulten pintorescas. Además, cuando considero que una cosa no hay que divulgarla, lo evito destruyéndola. No guardo un archivo de cartas, porque luego son la diversión de los demás.

Pero sus originales podrían ser muy útiles a los investigadores para estudiar el proceso de sus obras.

—Elimino todos los originales, todo ese taller. Hago pruebas, pero ese material lo tiro. ¿Para qué dejar ahí ese testimonio? ¿A quién le importan los pasos que yo he dado para escribir una novela? Eso es cuestión mía.

¿Qué le gustaría cambiar de algunas de sus obras?

—Nada. Una vez que he publicado una obra no he cambiado ni una coma, a no ser que hubiera una errata. No, nunca, si la he publicado es porque creía que ya estaba lista.

En sus muchos traslados también perdió parte de su biblioteca.

—No ha sido ninguna tragedia la pérdida de algunos libros, aunque otros sí los apreciaba mucho. Aprovecharon las circunstancias de la Guerra Civil para robarme ejemplares que contenían dedicatorias, para mí muy importantes, de Ortega y Gasset, Azaña y García Lorca. Años más tarde tuvieron la caradura de ofrecérmelos para que los comprara, y no acepté por asco.

¿Qué le gustaría que quedara de su obra?

—En la actualidad asistimos a la profesionalización de la literatura y yo no he querido ser un escritor profesional, entendiendo por profesional el que quiere vivir de lo que escribe. Yo no me he sentido forzado a publicar para ganar dinero y nunca he hecho cuestión de ganancia económica con los productos de mi imaginación. Claro está que en la vida actual hay gente que escribe para todo, pero una cosa es eso y otra la creación literaria. Todo esto es una cuestión de explotación económica que no tiene que ver con la literatura.

¿Ése es el mal de la actualidad?

—La gente se cree que la literatura es tan fácil como freír un huevo, y cree que escribe una novela o un cuento, pero lo escriben mal.

Su obra es considerada como una defensa de la libertad. ¿En qué estado se encuentran las libertades?

—En un terreno personal, la libertad consiste en ser leal a uno mismo, y no hacer lo que uno sabe en el fondo que no debe hacer.

¿El compromiso del escritor consiste en no convertirse en un producto industrial?

—El creador tiene que ser fiel a sí mismo, porque de no ser así pasa de ser un hombre capaz de expresar sus intuiciones artísticas a un fabricante que repite fórmulas.

¿Qué compañeros de generación han quedado en el olvido o bien han sido en exceso destacados?

—En todo eso juega un elemento azaroso. Se han olvidado escritores por circunstancias del momento o de la época, o porque no los han promocionado, pero en general hay una especie de selección natural, y el gran escritor rara vez queda oscurecido para siempre.

¿Queda mucha literatura del exilio español por regresar?

—Hay escritores que han sacado del exilio una imagen de España y se la han llevado, y se han creído que se la iban a encontrar a la vuelta. Fue el caso de Max Aub, que no lo entendían ni él entendía a nadie.

¿Persiste en la política actual la sombra de las dos Españas?

—No, no creo que se reproduzcan las dos Españas. No me atrevo a hacer pronósticos del futuro, pero sí creo que está cambiando todo en el mundo y no sólo en España, y ese cambio nos va a afectar profundamente.

¿Cómo es ese cambio?

—Todos los valores que han estado en vigor durante tanto tiempo, de repente se han ido al traste. Estados Unidos, que era un modelo de respeto y libertad, ahora es lo peor de lo peor.

¿Se ha desvirtuado la palabra democracia?

—Sí, aunque no hay que creer que la palabra democracia es un objeto físico incambiable, porque se está aplicando a una estructura social que es cambiable. No es lo mismo la democracia de Atenas que la de la Inglaterra del siglo XIX.

Pero hay países que dicen ir en nombre de la libertad y la democracia.

—El uso y el abuso de las palabras es una de las cosas más indignantes de la época contemporánea. La gente emplea palabras sin definir en qué consisten.

Usted vivió el exilio y ahora contempla el fenómeno de la inmigración en España.

—Ésta es una de las grandes transformaciones de la sociedad mundial.

Pero en Francia se han producido graves disturbios.

—Francia me da lástima. Ha tenido una historia tan brillante durante tres siglos y ahora asistimos a su desmoronamiento. Lo mismo se puede decir de todos los países, porque todo está cambiando mucho.

¿Se cambia a mejor o a peor?

—¿Se vive mejor con el desarrollo tecnológico o peor? En un sentido es una maravilla, pero ya sabemos que tiene inconvenientes.

Fuente: El Correo Digital.

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Blogger Gerardo escribió:

¡Con sus 100 años! Vi también la entrevista, increíblemente lúcido, es verdad. Ya quisiera más de uno.

Más (Fuente: ABC.es)

CULTURA - Entrevista a francisco ayala

«Es intolerable publicar inéditos de un escritor tras su muerte»

Al escritor le van a celebrar sus cien años a lo grande, tanto en Madrid como en Granada, su tierra natal. Confiesa su emoción por las demostraciones de afecto y confía en aguantar y disfrutar. Su vida ha estado indisolublemente unida a la literatura y a la dignidad

TEXTO: TRINIDAD DE LEÓN-SOTELO

MADRID. Estoy sentada junto a un anciano que el día 16 del próximo mes de marzo cumplirá 100 años. Cien. Pero es ágil su mirada y placentera y alegre su sonrisa. La talla moral de Francisco Ayala (Granada 1906), puede con los años que le echen y es que su amor e interés por la condición humana —además de la genética y la suerte a las que él alude— es, y lo reconoce, el mejor salvoconducto para transitar por la vida y hacerla longeva.

Ha llevado su intimidad en lo más profundo. No ha hecho bandera del exilio que le tocó vivir tras la Guerra Civil.

En cierta ocasión, declaró a ABC que el desgarro de un adiós obligado «es una circunstancia como tantas otras. Hay dolores peores que ese, como la muerte de los seres queridos». Pero no mencionó que su padre y uno de sus hermanos habían sido asesinados. La reserva ha sido el trato que ha prodigado a su intimidad. Demasiado tiempo se negó su existencia en los libros de literatura de los niños y adolescentes españoles.

Aquel silencio se hizo sobre un escritor que es uno de los principales creadores de la literatura española contemporánea. Ahora, ese autor, enjuto y entero como un viejo árbol centenario, continúa en la brecha. De él puede decirse que es un hombre insobornable. Y eso no debe resultar fácil a través de tantas horas, semanas, meses, años, vividos, muchas veces, en el centro de terribles vendavales. Nunca se doblegó. Ha vivido y sobrevivido con dignidad. Bendito sea.

«Aquí estoy, dinámico, como si tal cosa», ha dicho al abrir la puerta de su casa, un hogar luminosamente blanco, con flores frescas en diversos lugares, que hacen aún más acogedora la estancia. Don Francisco, ¡Dios mío!, cien años tan lúcidos, que conversar con él va más allá de constituir un placer. La charla es un modo de quererlo, de admirarlo. Puede decir, todavía, que siempre ha sido fiel a sí mismo. Y evoca un precepto arcaico, que considera la expresión de la sabiduría humana: «Sé quien eres». No se refiere a normas exteriores, sino a las que se extraen de lo más hondo de uno mismo.

¿Cómo va por la vida a estas alturas, cuando, sobre todo, priva lo material?
—El cuerpo y el espíritu no se pueden separar, no se trata de una combinación, sino de una unidad, y sí, hoy se tiende más a la apreciación de los bienes corporales. Son momentos de crisis profundas, como si todo estuviera en un estado de descompensación. Sucede en España y también en el resto del mundo.
¿Dónde nos puede llevar esta situación?
—El futuro es imprevisible, de modo que no puedo hacer un pronóstico. Yo desearía lo que ha sido mi aspiración durante toda mi existencia, paz, libertad. El respeto a los demás es esencial.
Usted ha huido de la «vida literaria». Los que le han considerado poseedor de un carácter seco, ignoran su timidez innata, ¿Es, también, modesto?
—La modestia quizá sea una forma secreta de la soberbia.
No le voy a llevar la contraria, pero usted ha pasado, siendo un escritor total, un académico, alguien que tiene el Príncipe de Asturias y el Cervantes, como de puntillas. No se ha prodigado en apariciones públicas.
—He tenido galardones, pero jamás los he buscado, aunque, claro, si han llegado han sido bienvenidos. No desdeño los premios como fingen algunos. He respetado tanto mi profesión de escritor, que nunca he sido partidario de capillitas. He asistido a lo que era realmente indispensable. Nunca he escrito por escribir, tampoco por dinero. Ha habido tiempos más apretados que otros, así de sencillo. La función del arte no es mejorar la economía del artista.
¿Qué ha querido lograr a través de su obra?
—He deseado expresarme a mí mismo y dar fe de la realidad, del mundo. No soy un escritor profesional en el sentido social de la palabra. Lo mejor que puedo recibir a cambio es que los lectores me entiendan a fondo. Eso es lo más grato. Busco en ellos entendimiento, simpatía, fraternidad.
¡Ay, don Francisco, que bella palabra, pero qué ajena a la vida actual!
—Por supuesto, pasan cosas que nada tienen que ver con ella, cosas que se hacen sin tino, y entonces me llegan el desánimo y el desagrado. Soy una persona muy reflexiva, que nunca se ha negado a mirar de frente a la realidad, pero quizá por eso sé que en el mundo se dan el bien y el mal y hay que vivirlos. Existe mucha violencia y chicas de 14 años que se emborrachan mientras los padres están tranquilos en la cama. Son ellos los que no saben ejercer su papel, ni lo que supone engendrar un hijo. Tiene razón cuando afirma que la fraternidad es escasa, pero eso varía según las estructuras sociales. Es muy diferente la relación entre las personas en una aldea, que en una gran metrópoli.
¿Es usted muy benévolo?
—He vivido tanto y tantas cosas, que tiendo a comprender. Hay gente para la insensibilidad, pero también para lo contrario.
En efecto, hay muchos jóvenes que se entregan a los desheredados de la tierra.
—Por un lado está la violencia y por otro, la abnegación a fondo. A la vida hay que ir siempre dispuesto a afrontar lo que sea. Usted dice que me encuentra tan lúcido como siempre, pero es que no hay que pavonearse, ni actuar creyendo que se sabe todo.
¡Menudo homenaje le están preparando para su cumpleaños! Su esposa ha tenido que recurrir a la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, para que coordine el aluvión de actos. ¿Cómo se prepara?, porque usted se encoge ante este tipo de cosas.
—Estoy muy satisfecho, porque es una demostración del cariño de la gente hacia mí, pero a mi edad tengo que ser prudente con las emociones. Vamos a ver si lo puedo aguantar y disfrutar.
¿Trabaja ya en las palabras que pronunciará?, aunque usted tiene capacidad para improvisar.
—La verdad es que todavía no sé lo que haré. El otro día acudí a la Asociación de la Prensa y también a la Sociedad General de Autores.

En lo que respecta a los medios, Ayala es Periodista de Honor, no hay que olvidar que ha sido escritor en los periódicos. La sonrisa acompaña a sus palabras, porque si hay algo claro es que está contento, como quien a pesar de que piense en lo que denomina «el milagro» de su cumpleaños, siente la satisfacción de un hombre de bien. Prefirió que sus libros no se editaran en España a que «fueran mutilados», luego, añade, «poquito a poco, las cosas se fueron normalizando». Cuando estalló la guerra, Ayala estaba fuera de España, pero regresó, porque, rememora, «nunca se pensó que aquello fuera a durar tanto tiempo».
En 1939 inicia un exilio —Argentina, Puerto Rico, Estados Unidos— que interrumpe en 1960, aunque no regresó definitivamente hasta que se jubiló. Aquel fue un tiempo en el que compatibilizó la literatura con su oficio de profesor de literatura, del que guarda buenos recuerdos, aunque tampoco faltaron en las universidades americanas, como en todo, «alumnos quisquillosos y otros que prestaban atención».

Su primer título, «Tragicomedia de un hombre sin espíritu», se publicó cuando el autor tenía 20 años. «Muertes de perro», «Los usurpadores», «La cabeza del cordero», «Historia de macacacos» son ya clásicos, pero suele decirse que su obra cumbre es «El jardín de las delicias», una afirmación que le hace fruncir el ceño, porque, en su opinión, se ha entregado a todo cuanto ha escrito por igual. Simpre activo, en Argentina fundó la revista «Realidad» y en Puerto Rico, «La Torre». Para lo que ha estado bien dispuesto el autor de «El fondo del vaso» es para romper todo lo que no le ha satisfecho. Todo lo que ha escrito y no le ha gustado lo ha roto, papel a papel.

¿No nos dejará inéditos?
—No. Me parece, además, intolerable que se publiquen cosas de un escritor tras su muerte, porque si él no lo hizo por algo sería. No es bueno abrumar con inéditos. Soy totalmente opuesto a ello.

Ayala, que confió a ABC, en 1998, que daba por cerrada su obra, sigue, no obstante, escribiendo sus intervenciones en los actos a los que asiste.

¿Qué opina de los ancianos que tiran la toalla de la vida, apartándose de todo?
—Uno vive hacia el futuro hasta cierto punto, luego sabe que carece de él. Lo que queda por hacer es revivir y revisar el pasado y aceptar la muerte tranquilamente.
Pero usted hace una vida intelectualmente activa y en cuanto a actividad física —nunca ha hecho gimnasia— llega hasta donde puede.
—Hay gente joven que abdica de la vida. Pero no tengo ningún consejo que dar a nadie, no porque sea inútil, sino porque esa actitud es cuestión de la personalidad de cada cual.

Este hombre, que ha dado la vuelta al mundo de la condición humana durante cien años, menciona el Quijote como el libro de sus preferencias. Curiosamente, su rostro avanza hacia trazos quijotescos, si bien nunca ha confundido molinos de viento con gigantes enemigos, pero sí ha luchado en situaciones reales con la fuerza de un idealista. De un humanista. A los noventa y tantos ya dejó dicho en ABC, a través de su existencia, había cumplido consigo mismo —«era mi único compromiso»—, o que es deficientemente humano quien no desea la libertad, o admitía que la vida le había dado mucho, pero que tampoco le había pedido cosas ajenas a su personalidad.

¿Qué precio ha pagado por saber decir no?
—Ninguno. Y no le dé merito. Uno es como es.

1/29/2006 11:18:00 p. m.  
Blogger El mundo de Daan escribió:

Pues para ser la primera vez, que escucho hablar de ese caballero, ya se llevó las palmas con esta respuesta...

"El creador tiene que ser fiel a sí mismo, porque de no ser así pasa de ser un hombre capaz de expresar sus intuiciones artísticas a un fabricante que repite fórmulas."

¡Caray, con lo que a veces me empeño yo en emular la métrica de un verso, sin llegar a nada, en lugar de seguir a pulso mis densos garabatos...!

¡ Bienaventurado el señor con su respuesta, si señor...!
y de tarea, me queda la inquietud de conocer su mente y su palabra.

¡ Gracías por dejarmele conocer un poco...!

2/13/2006 06:30:00 a. m.  

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05 enero, 2006

Error común significativo

En la edición que poseo de El ómnibus perdido de Steinbeck (Caralt, Barcelona, 1978), hay dos líneas trastocadas en la página 198:
Pasó junto al/
escuchar. No se oía nada. Mientras, sus ojos se fueron acostum-/
viejo molino de viento, entró en el granero y se detuvo para/
brando a la penumbra que reinaba en el interior.
      En mi ejemplar más antiguo de Por el camino de Swann de Proust (Rueda, Buenos Aires, 1978) encontré la misma errata en la página 53:
Combray, de lejos, en diez leguas a la redonda, visto desde/
era más que una iglesia que resumía la ciudad, la represen-/
el tren cuando llegábamos la semana anterior a Pascua, no/
taba y hablaba de ella y por ella a las lejanías
      No parece un error interesante, sin embargo, contiene mucha información para un crítico textual.

      En la primera versión de La vida es sueño publicada en Zaragoza se puede leer en sus testimonios conservados un pasaje con los siguientes versos desordenados, que numero por su orden correcto en la edición de Madrid corregida y pulida por Calderón:
1    en llegando la ocasión
2    é de hazer lo que quisiere,
5    y apriesa de terminar
8    o ya su termino llegue
10   de dudas y pareceres;
3    el dolor, porque ninguno
4    imperio en sus penas tiene,
6    lo que ha de hazer no se atreue
7    el alma, llegue el dolor,
9    la pena a su estreno, y salga
11   de vna vez, pero hasta entonces,
12   valedme cielos, valedme.
      Al conocerse mal la historia de la primera versión de La vida es sueño, es muy difícil para el filólogo discernir el texto original del autor de las erratas o adiciones de copistas e impresores. Precisamente este error, un caso de encaballado (descomposición de un molde por mezcla de las líneas), aporta información valiosa. Un error así es imposible que se debiera a un copista por descuidado que fuese, lo que nos dice que entre el manuscrito original y los impresos de Zaragoza que contienen esta errata común que los vincula, tuvo que existir al menos una copia impresa, seguramente no revisada por correctores ni autor, que fue la que introdujo en la tradición textual esta ensalada de versos. Al tratarse de una obra de teatro, es probable que se tratase de pliegos sueltos impresos para el uso de una compañía, lo que explicaría el descuido en su edición y que no se conserven.

      Errores como éste permiten al crítico textual deducir la relación que existe entre testimonios, muchas veces son la única manera de conocer su filiación para reconstruir el texto más cercano al originario. Sólo a través de los errores se pueden identificar con seguridad las variantes que no corresponden a la pluma del autor. La crítica textual es, irónicamente, un culto al error.

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3 comentario/s (feed de esta discusión):
Blogger innes escribió:

Así es, Gerardo. Un culto al error o, más bien, un culto a ir tras la perfección siguiendo las huellas que dejaron los errores por el camino. Es realmente contradictorio y paradójico -y bello-, pero tal vez en eso no sea muy distinta la crítica textual a la vida. Y perdón por el sentimentalismo. Al final, lo verdaderamente importante, lo determinante, son los descuidos, los detalles equivocados, la falta de atención... En suma, los errores. Podríamos reconstruir también nuestras vidas a través de los errores y los olvidos, para construir una vida más cercana a la "original" o a "la que debería de haber sido". O a "la que esperábamos encontrar". Tal vez para averiguar de dónde venimos, con las variantes, tratamos de justificar que no damos con el manuscrito perfecto, que no existe el manuscrito perfecto, u original. Y si existe, no vamos a encontrarlo. ¿Sólo a través de los errores podríamos identificar con seguridad las variantes que no corresponden a nosotros, a nuestra obra? (Y perdón por la cursilería). Siempre me fascinó, de ese trabajo, que no se buscan parecidos de una edición a otra, sino diferencias y, sobre todo, mejor si son "errores". Alguna evidencia de que entre dos de las ediciones que tienes en mano tiene que haber otra edición (perdida, claro) que justifique el desbarajuste mental que se tiene montado. Un laberinto dentro del cual, en lugar de buscar la salida, buscas una calle que te desoriente todavía más. Una posibilidad de pérdida. Pues "todo es ganancia, si todo es pérdida".

1/09/2006 03:07:00 a. m.  
Blogger Gerardo escribió:

Sentimentalismo perdonado. No había visto la crítica textual como una metáfora de la vida. "Life is what happens to you while you´re are busy making other plans" (la vida es lo que te sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes), decía Lennon en Beautiful Boy (Darling Boy).

1/09/2006 01:02:00 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió:

Es un gusto encontrar un blog que aprecia de forma tan sincera y dedicada la literatura. Solo queria darle ánimos al autor del blog y comentarle que desde luego volveré a visitar su página. Muchas gracias.

9/22/2006 10:31:00 p. m.  

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