Un monólogo interior de Galdós
Este es el principio de La desheredada de Benito Pérez Galdós, famoso por ser todo un monólogo interior:
Creo que se ha sido injusto con Galdós, del que se llegó a decir que su obra «olía a cocido». El mismo Valle-Inclán lo nombra en Luces de bohemia con el famoso y cruel apodo de «Don Benito el garbancero». A Baroja también le he leído cosas poco generosas sobre él. Supongo que de aquellos polvos viene que, todavía hoy, haya quien lo considere un autor pedestre.
Sin embargo, fue un escritor que prestó atención a un ambiente literario que ya presagiaba la búsqueda del siglo XX de una novela más objetiva que minimizase el narrador. Galdós evolucionó desde su narrador omnisciente realista y supo pasar al estilo indirecto libre, al modo dramático (dialogado) y hasta nos dejó experimentos como el que motiva esta entrada. No hay muchos artistas con esta flexibilidad. Ni siquiera muchos escritores actuales dominan los estilos en los que escribió Galdós (demasiados, ni saben que existen).
Y para terminar, como juego y experimento, eliminemos la puntuación (y solo eso) de nuestro monólogo de Galdós, a imitación del famoso monólogo interior de Molly Bloom en el Ulises de Joyce. Ahora sí que sí.
... ¿Se han reunido todos los ministros?... ¿Puede empezar el Consejo?... ¡El coche, el coche, o no llegaré a tiempo al Senado!... Esta vida es intolerable... ¡Y el país, ese bendito monstruo con cabeza de barbarie y cola de ingratitud, no sabe apreciar nuestra abnegación, paga nuestros sacrificios con injurias, y se regocija de vernos humillados! Pero ya te arreglaré yo, país de las monas. ¿Cómo te llamas? Te llamas Envidiópolis, la ciudad sin alturas; y como eres puro suelo, simpatizas con todo lo que cae... ¿Cuánto va? Diez millones, veinticuatro millones, ciento sesenta y siete millones, doscientas treinta y tres mil cuatrocientas doce pesetas con setenta y cinco céntimos...; esa es la cantidad. Ya no te me olvidarás, pícara; ya te pillé, ya no te me escapas, ¡oh cantidad temblorosa, escurridiza, inaprehensible, como una gota de mercurio! Aquí te tengo dentro del puño, y para que no vuelvas a marcharte, jugando, al caos del olvido, te pongo en esta gaveta de mi cerebro, donde dice: Subvención personal... Permítame Su Señoría que me admire de la despreocupación con que Su Señoría y los amigos de Su Señoría confiesan haber infringido la Constitución... No me importan los murmullos. Mandaré despejar las tribunas... ¡A votar, a votar! ¿Votos a mí? ¿Queréis saber con qué poderes gobierno? Ahí los tenéis: se cargan por la culata. He aquí mis votos: me los ha fabricado Krupp... Pero ¿qué ruido es este?¿Quién corretea en mi cerebro? ¡Eh!, ¿quién anda arriba?... Ya, ya; es la gota de mercurio, que se ha salido de su gaveta...De este fragmento dijo Clarín en su crítica de la novela que plasmaba el «subterráneo hablar de la conciencia». La desheredada es de 1881; son seis años antes de que Dujardin publicase la primera novela escrita en flujo de conciencia o monólogo interior; pero la idea ya flotaba en el aire. Si tenemos en cuenta lo que diferencia al nuevo estilo del soliloquio o monólogo citado clásico (frases cortas, ideas espontáneas, discurso poco organizado), el fragmento puede considerarse perfectamente un monólogo interior.
Creo que se ha sido injusto con Galdós, del que se llegó a decir que su obra «olía a cocido». El mismo Valle-Inclán lo nombra en Luces de bohemia con el famoso y cruel apodo de «Don Benito el garbancero». A Baroja también le he leído cosas poco generosas sobre él. Supongo que de aquellos polvos viene que, todavía hoy, haya quien lo considere un autor pedestre.
Sin embargo, fue un escritor que prestó atención a un ambiente literario que ya presagiaba la búsqueda del siglo XX de una novela más objetiva que minimizase el narrador. Galdós evolucionó desde su narrador omnisciente realista y supo pasar al estilo indirecto libre, al modo dramático (dialogado) y hasta nos dejó experimentos como el que motiva esta entrada. No hay muchos artistas con esta flexibilidad. Ni siquiera muchos escritores actuales dominan los estilos en los que escribió Galdós (demasiados, ni saben que existen).
Y para terminar, como juego y experimento, eliminemos la puntuación (y solo eso) de nuestro monólogo de Galdós, a imitación del famoso monólogo interior de Molly Bloom en el Ulises de Joyce. Ahora sí que sí.
Se han reunido todos los ministros puede empezar el consejo el coche el coche o no llegaré a tiempo al Senado esta vida es intolerable y el país ese bendito monstruo con cabeza de barbarie y cola de ingratitud no sabe apreciar nuestra abnegación paga nuestros sacrificios con injurias y se regocija de vernos humillados pero ya te arreglaré yo país de las monas cómo te llamas te llamas Envidiópolis la ciudad sin alturas y como eres puro suelo simpatizas con todo lo que cae cuánto va diez millones veinticuatro millones ciento sesenta y siete millones doscientas treinta y tres mil cuatrocientas doce pesetas con setenta y cinco céntimos esa es la cantidad ya no te me olvidarás pícara ya te pillé ya no te me escapas oh cantidad temblorosa escurridiza inaprehensible como una gota de mercurio aquí te tengo dentro del puño y para que no vuelvas a marcharte jugando al caos del olvido te pongo en esta gaveta de mi cerebro donde dice Subvención personal permítame Su Señoría que me admire de la despreocupación con que Su Señoría y los amigos de Su Señoría confiesan haber infringido la Constitución no me importan los murmullos mandaré despejar las tribunas a votar a votar votos a mí queréis saber con qué poderes gobierno ahí los tenéis se cargan por la culata he aquí mis votos me los ha fabricado Krupp pero qué ruido es este quién corretea en mi cerebro eh quién anda arriba ya ya es la gota de mercurio que se ha salido de su gaveta.
Etiquetas: literatura
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