30 julio, 2016

La triste clandestinidad de la crítica literaria

Hoy en día no existe crítica literaria en los grandes medios. Se publican suplementos culturales, sí claro, pero lo mismo que se podría introducir entre las páginas propaganda de Mediamarkt o de El Corte Inglés. Los suplementos culturales de los grandes periódicos son encartes publicitarios donde cada periódico, que suele tener una editorial detrás, anuncia sus novedades, todas las cuales, huelga decir, son “imprescindibles” y “obras maestras”. Y los críticos literarios más prestigiosos, que colaboran en esos medios, en lugar de denunciar la baja calidad de algunos títulos y algunos autores, se ven obligados, en aras de los intereses comerciales de la editorial, a mirar para otra parte, subrayar que todo es una “obra maestra”, “imprescindible”, y poner los puntitos o las estrellitas que les digan.
[…]
Sin una crítica independiente, nunca se llegará a una cultura sana. Porque lo malo no es que los grandes medios ejerzan estos enjuague, que a lo mejor, fíjate lo que te digo, está en su naturaleza; lo malo es que los medios pequeños han empezado a copiarles, lo malo es que los críticos que reseñan un libro famoso y lo encuentran malo, se callan o lo disimular para no molestar al poderoso, no vaya a ser… Y encima, para más inri, y por demostrar que en el fondo son críticos de fuste, van y descargan todos los adjetivos descalificativos que se han coartado de poner en la obra del poderoso, van, como digo, y los descargan a tropel sobre la primera novelilla de un pobre hombre que pasaba por allí. Hay mucha cobardía. Críticos que han sido expulsados del periódico por no alabar como convenía un producto “de la casa”. Y a raíz de esto, todo se corrompe: los escritores instalados se endiosan, los escritores por venir se acomodan, los críticos que empiezan se vuelven insulsos y anecdóticos, por imitación de sus mayores…
[…]
[Los premios literarios] se usan no como un premio honrado y meditado, dado a una obra de calidad, sino como forma de contrato. Una editorial le roba un autor a otra y la forma de formalizar ese contrato es darle “el premio de la casa”. Súmale a esto todo el tropel de jurados figurantes que conocen estos enjuagues pero callan con la esperanza de que un día les caiga a ellos el premio, en recompensa a los servicios o a los silencios prestados. Realmente, de echarse a llorar. Y para colmo, en algunos casos, como en el Planeta, se nos vende como uno de los actos principales de la cultura española, y allá que van nuestros reyes y varios ministros a lustrar con su presencia un mondo y lirondo acto de marquetingue. Espeluznante. Yo lo siento por esos pobres que se gastan un dineral en fotocopias para enviar su obra a un premio que ya está dado desde hace años.
De una entrevista a Clandestino Menéndez, crítico de La fiera literaria. Fuente: LcL

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