Se ha puesto de moda en España usar los teléfonos móviles como reproductores de música portátiles, sin auriculares y a todo volumen, con la agravante del sonido estridente de mala calidad de sus altavoces. Los que actúan así, aparte de adolescentes provocando, siempre parecen orgullosos de exhibir sus gustos musicales, que, no falla, suelen ser horribles, como supongo que es de esperar en gente con tan poca educación. Son los mismos que abren las ventanas de sus casas y coches para imponer a todo trapo su música a los demás.
Hace poco hice un viaje en autobús en el que los pasajeros tuvimos que soportar que una gamberra de unos veinticinco años, a la que no le importó que ya hubiera hilo musical, nos molestase así con su móvil. En cuanto hizo sonar ese excremento cultural que dice, a ritmo de reggaetón,
a ella le gusta la gasolina..., superé mis pocas ganas de discutir durante unas vacaciones y le pedí amablemente –lo juro– que parase la música. Lo hizo, aunque tras ofrecerme, como era de esperar, un gesto de desprecio por mi actitud intolerable de carca. La dejé enzarzándose con otro pasajero, cosa que yo evité, creo que inteligentemente, porque ya había obtenido lo que quería. No siempre lo consigo, pero procuro no permitir que los maleducados me pongan de mal humor. Te los encuentras casi todos los días, es tan absurdo como enfadarse por la lluvia o los atascos. En España, sería sentenciarse a vivir con úlcera. Y no digamos en Vigo, la ciudad de la cortesía.
El caso con esta chica solo es uno de los ejemplos casi infinitos de mala educación. Se me ocurren muchos más: la prioridad peatonal forzosa e ilimitada de las señoras con carritos de bebé (aparta, que viene una madre); usar el claxon continuamente y hasta de noche, para protestar, para celebrar, para llamar a alguien; colgar la ropa a secar goteando y destiñendo la del vecino de abajo; obstruir la acera parándose a conversar, o no dejar paso al caminar, incluso si se forma parte de un grupo que la ocupa totalmente; estacionar el coche sin dejar espacio para maniobrar a los vehículos contiguos, y dejarlo en doble fila cuando hay sitio libre a pocos metros (para bajar en la puerta del bar); cortar continuamente a los demás en las conversaciones; invadir sin necesidad el espacio personal ajeno; decir impertinencias en los comentarios de un blog; permitir que los niños propios molesten a los desconocidos; hablar por el móvil a gritos en lugares públicos, y hasta en el cine; interrumpir a quien lee...
Hay varios con el paraguas, una de las herramientas preferidas del maleducado. La más egoísta consiste en no apartarse cuando se usa uno, impidiendo la protección de los edificios a quienes van descubiertos bajo la lluvia. Se hace muchas veces en combinación con esa de clavarle las varillas en la cara a la víctima como no se aparte ella. El paraguas también es muy efectivo, cuando está plegado y mojado, para gotear y golpear con él a los demás al pasar, da muy buenos resultados por el pasillo de un autobús repleto.
Yo creo que todos estos ejemplos vienen del mismo problema: una falta de civismo crónica. En España, parte de la población se conduce en el día a día con una ausencia total de los demás en el pensamiento, ignorantes del sencillo mandamiento
no molestes. Ya muchos de nuestros insufribles niños están sumidos en un mundo de egoísmo casi anormal y parece que llegan a adultos sin adquirir la rutina mental de pensar que conviven con gente. Aquí es fácil que los niños se interpongan repentinamente en tu camino, algo, hasta peligroso, que incluso los perros pueden aprender a evitar. No es que te vean y no les importe, que también los hay que incordian a su gusto, sino que ni siquiera miran, aunque saben que están entre más personas. Esto no ocurre tanto con otros europeos que conozco. Los niños nórdicos, por ejemplo, revoltosos como todos y también mimados muchos, no se comportan tanto como si fueran los únicos en el mundo y estuvieran cegados por anteojeras. Ya saben que lo que hacen tiene consecuencias en los que los rodean. Hasta es normal que los haya tímidos y silenciosos, un descubrimiento que casi me arrancó las lágrimas.
Claro que hay que distinguir al incívico del gilipollas, que es una especie de persona molesta distinta y casi siempre sin remedio, salvo quizás el agresivo. El incívico se diferencia del gilipollas en que suele mostrar signos de empatía y hasta arrepentimiento cuando le haces saber que te molesta. Cela, defensor de los tacos para realzar la expresividad de la lengua, tenía predilección por el insulto
gilipollas, que decía que denominaba a un tipo de personas a las que antes no sabía qué adjetivo poner. El diccionario de María Moliner da la mejor definición:
Se aplica como insulto a la persona que enfada o molesta con lo que hace o dice.
También están los que consideran la buena educación una actitud clasista y retrógrada que distancia a las personas. Aunque para mí la buena educación no es elitismo, sino la única manera de vivir sin conflictos entre desconocidos, comparto algo su opinión porque creo que debe partir del respeto a los semejantes, algo que puede comprender hasta el más inculto y simple, y no ser un protocolo vacío que puedan exhibir hasta las personas odiosas. Puede molestarme que alguien mastique con la boca abierta; pero no juzgo cómo y en qué lado del plato coloca los cubiertos, que al final solo son supersticiones. En este grupo hay personas de trato exquisito que, sencillamente, odian los modales hipócritas; pero también muchos que solo racionalizan su mala educación, transformándola a sus ojos en una actitud muy democrática y moderna, señal de seguridad y de ser “auténtico”. El resultado es que se creen justificados para molestar a los demás. Más gilipollas.
Etiquetas: opinión
3 comentario/s (feed de esta discusión):
Versión seria de mi comentario:
La verdad es que me quedo sin palabras. Comentar en un blog que sale en televisión me produce algo así como un miedo escénico por rebote.
Versión leonidiana de mi comentario:
¿Kit de teleplastias? ¿Qué kit? ¿Qué teleplastias? ¡TEEEEEETAAAAAAASSSSS! Joer con la Evita... Gerardo, tú que te mueves en estos ambientes televisivos, háblale de mí a Eva. Ya sabes, miéntele mucho y véndeme bien.
Tiene halitosis crónica, lo siento, Leónidas.
No tenía ni idea de este "fenómeno" (soy de Argentina).
En la entrada http://bajoelvolcan.blogspot.com/2004/12/nuevo-kit-de-teleplastias-acme.html alguien pregunta si puede hacerse con moho. No sé si moho justamente, pero seguro que si ponemos un ágar para cultivo bacteriano podría conseguirse cierto crecimiento. Tal vez si mezclamos el ágar con moho podríamos favorecer su crecimiento.
Habría que ver cuáles son las condiciones ideales para ellos (y los nutrientes). La humedad es algo sabido por todos, y en la Wikipedia dice también que crece mejor en condiciones húmedas.
Además, la aparición de la imagen tardía un tiempo. Claro que habría que hacer pruebas: Si está muy concentrado tal vez la imagen sea borrosa, probar distintos ágares (tipos, concentraciones, pH, etc.).
En todo caso, si crecen donde no queremos podemos agregar antimicóticos...
No lo probé, tal vez funcione, tal vez no...
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